El presidente Abinader tiene a tres expresidentes activos en la política

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Al presidente Luis Abinader le toca llevar adelante su mandato con tres expresidentes políticamente activos, en consonancia con una tradición que se remonta al año 1848, cuando Pedro Santana entregó la Presidencia a Manuel Jiménez y desde que pasó a mirar desde fuera empezó a aspirar a ser de nuevo el presidente.

Antes de avanzar por este camino conviene dejar claro al lector que este análisis tiene en su eje tres preguntas: ¿para qué le sirve un expresidente a la democracia dominicana?, ¿cómo afecta al presidente en ejercicio? Y, ¿en qué beneficia o perjudica al pueblo dominicano?
Si nos atenemos a los genes históricos de la política criolla, un expresidente es siempre un elemento de cuidado para el que detenta el poder, del cual debiera de ser un colaborador si al bajar las escalinatas del Palacio Nacional se dedicara a lo que hacía antes de ser presidente, a la enseñanza u obras de bien social.

La situación del presidente Abinader, con tres ex presidentes políticamente activos, es incómoda si se acepta que es presidente por una coyuntura. No es, empero, la más apremiante que haya tenido un mandatario después de la dictadura.

Cuando Joaquín Balaguer alcanzó el solio presidencial en 1966 la fauna de los expresidentes era digna de consideración. Ahora está compuesta por un “León”, un “Guapo” y El Sanjuanero.

De aquellos días
Tras el ascenso de Balaguer allí estaba Ramfis Trujillo, que no había sido presidente, pero heredó —durante casi seis meses— el poder de su padre, Rafael Leónidas Trujillo Molina, y desde su exilio en Europa actuaba políticamente; Rafael F. Bonelly, que había encabezado el Consejo de Estado desde que Balaguer fue echado de ese órgano, en enero del 62, hasta el 27 de febrero del 63; Juan Bosch, el presidente que juró el cargo en febrero del 63 y fue derrocado en septiembre de ese mismo año; Emilio de los Santos, Ramón Tapia Espinal y Manuel Enrique Tavárez Espaillat, integrantes del denominado Primer Triunvirato, órgano de gobierno colegiado establecido con el golpe de Estado del 63; Donald Reid Cabral, quien sustituyó al renunciante de los Santos luego de la ejecución de guerrilleros en Las Manaclas el 21 de diciembre del 63; Rafael Molina Ureña, presidente tras el derrocamiento de Reid Cabral el 24 de abril del 65; Francisco Caamaño, presidente en armas en el 65; Antonio Imbert Barrera, presidente de la Junta de Reconstrucción Nacional concomitante con la presidencia de Caamaño, y Héctor García Godoy, presidente de consenso desde septiembre del 65 hasta julio del 66. Héctor Bienvenido Trujillo (Negro) vivía en el exilio al parecer ajeno a toda forma de beligerancia política interna.

De todos el de más largo aliento fue Bosch, que en el 66 asumió un autoexilio en Europa en el que se desfogó en el plano intelectual y ejerció de expresidente hasta su muerte en 2001.

Ninguno, excepto Caamaño, tuvo que ser asesinado, no porque no fueran de temer, sino porque el poder había empezado a equilibrarse con la renovación de la oligarquía y porque todos estaban a cargo de que la base de sustentación del gobierno de Balaguer estaba a orillas del río Potomac. Imbert Barreras sufrió un atentado en el 67, pero acaso fue organizado desde Europa, y Caamaño se alzó en armas en febrero del año 73, fue capturado y ejecutado en la montaña.

En esta hora
Los tres expresidentes con los que tiene que convivir Abinader están activos en la política partidista y sientan las bases para el futuro, dos de ellos a partir de una oposición efectiva, no para ayudarlo a gobernar, si no para disputarle la Presidencia de la República en el año 24.

De los tres a Hipólito Mejía lo lleva en el Tesla con una cuota significativa de poder: la hija en la Alcaldía del Distrito Nacional, a la que están, o deberían estar, dándole aliento para una candidatura mayor; el hombre de su seguridad en el Ministerio de Defensa y a gente suya en áreas clave del sector agropecuario.

De los otros dos, Leonel Fernández se ha mostrado hasta ahora con ánimo cooperador, hecho que puede ser valorado desde ventanas diferentes; una, el interés común con el equipo gobernante de mantener a la defensiva y debilitados a los que acaban de salir de Palacio; la otra, el buen deseo de que la nación salga bien librada de la oscura hora presente.

Tan pronto como el gobierno empiece a ser viejo, que entre nosotros suele ocurrir en el segundo año, cuando la situación empieza a mejorar, acaso Abinader tenga que enfrentar a Fernández y para entonces la opinión pública verá a dónde lleva la metamorfosis de la cooperación al calor de los intereses.

El otro, Danilo Medina, afronta una lucha sorda en su partido para que no se le desbarate en las manos mientras desde la acera de enfrente el plomo levanta piedras junto a pies. El que ve las barbas del vecino en candela hace bien en remojar las suyas.

En este punto
¿Para qué le sirve un expresidente a la democracia dominicana? Le imprime pluralidad. ¡Muy bien! ¿Y cómo afecta su activismo al presidente en ejercicio? Un expresidente es un incordio al que no suele consultar, un sujeto que sigue aspirando a lo que ya fue, que aprovecha cualquier oportunidad con declaraciones tendenciosas en momentos críticos y, en el mejor de los casos, no deja de molestar pidiendo puestos o negocios para vinculados políticos.

Y al pueblo dominicano, ¿para qué le sirve un expresidente? Para mantenerlo apegado a una de las tradiciones más perniciosas de su pasado y de su genética política: la de apostarlo todo a una temporada en el poder y vivir el tiempo muerto agonizando por un nuevo período de zafra con el Presupuesto Nacional.

Eso tiene de dañino. De beneficioso tiene la estabilidad que le confieren a los partidos políticos, que de otro modo se disolverían y fluirían hacia el partido en el poder.

Fogón de tres piedras

—1— Hipólito
Perdió la reelección en el año 4 y no ha dejado de aspirar a ser candidato en cada proceso.
—2— Leonel
En el 12 cedió el paso tras 8 años, en el 16 se hizo a un lado y en el 20 perdió la paciencia.
—3— Danilo
En el 20 perdió una cuasi reelección y ahora reanima al PLD como trinchera.

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