La Rambla, el día después

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Pasaron menos de 24 horas y los catalanes, los turistas, fotógrafos y reporteros y -sobre todo- las fuerzas de seguridad, regresaron a La Rambla (o Rambles). Ese lugar icónico de Barcelona donde millones de personas al año pasean, realizan compras y disfrutan de la ciudad de Gaudí y fue el blanco inesperado (o no) de los terroristas islámicos.

Sin embargo, algo cambió en ese paseo tradicional. La gente se acerca con cautela. Observa cada espacio donde hubo una víctima. Registran con sus teléfonos celulares los restos del horror y no muestran signos de estar disfrutando de ese destino como lo hubieran hecho apenas horas atrás.

«Era una cosa que tarde o temprano tenía que pasar«, dijo un joven mientras recorría La Rambla justo en el lugar donde la furgoneta blanca cargada de odio detuvo su asesina marcha. «En una ciudad con tantos turistas es inevitable«, agregó.

Altares improvisados, flores, velas como símbolo de un alma que ya no está, rezos en murmullos, gente intentando comprender al menos un instante acerca de qué fue lo que ocurrió. Cómo alguien podría terminar con la vida de inocentes de un momento a otro. Esas son las escenas que se viven un día después de la masacre.

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