El PIB es un indicador absoluto y relativo

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El Producto Interno Bruto (PIB) es la cifra estadística más importante en la historia de la economía, ningún otro indicador ha tenido tanta relevancia en este área. A primera vista, se trata de la medida de producción de un país, el valor de todos los bienes y servicios producidos en un periodo determinado, expresado en un número. Sin embargo, Philip Lepeines, economista y profesor de Sociología de la Universidad Libre de Berlín (Alemania), sostiene en su libro ‘The Power of a Single Number’, editado por la Columbia University Press, que este número es mucho más que estadística, es además un indicador clave del desarrollo y del progreso. No hay que olvidar que el crecimiento positivo del PIB es el objetivo expreso de casi todos los gobiernos existentes. El profesor nos dice en su libro -de apenas 192 páginas pero de bastante aprovechamiento- que en términos conceptuales el PIB es un producto, pero en términos matemáticos es una suma total. La idea de esta cifra parte del supuesto de que se pueden sumar todos los bienes y productos producidos en un país como único activo agregado, considerando que pueda calcularse su valor monetario. Esto explica el porqué se utiliza al hablar del PIB en singular.

El inglés William Petty (1632-1687) fue el primero que tuvo la idea de calcular este indicador, una persona de mucha preparación, pues era miembro del Parlamento británico, médico, profesor de música, estadístico, demógrafo y cartógrafo. Unos siglos más adelante, Colin Clark (1905-1989) formuló los elementos básicos de la compilación actual del PIB. Hizo cálculos sobre cómo evaluar la renta nacional y vinculó los mismos a ideas que antes eran desconocidas: el concepto de crecimiento y la tasa de crecimiento de la renta nacional como medida del progreso económico, sumado a la visión de utilizar el ingreso nacional como un indicador clave de rendimiento para comparar unos países con otros. Las definiciones de Clark tuvieron un efecto fundamental para lo que a partir de entonces se consideró ‘progreso’.

En Estados Unidos fue el Congreso quien admitió como muy útiles tanto las estadísticas como el cálculo de la renta nacional. Simon Kuznets (1901-1985) contribuyó al avance de la aritmética política, pero carecía de apoyos en el mismo Congreso, por lo que no se le reconoció justamente en ese ámbito, aunque sus ideas fueron implementadas por otros.

En los últimos años, pese a que elevar el PIB se estableció en la arena política global como el objetivo fundamental de las naciones, han cobrado vigencia otros factores que hacen a este indicador subjetivo, como la desigualdad, la contaminación, el acceso a la educación, la atención sanitaria o, simplemente, la definición de lo que verdaderamente es ‘calidad de vida’. De hecho, la crítica social ha motivado que el PIB y su metodología de cálculo se sometan en lo posible a un nuevo escrutinio. Cuando los políticos creían que cada vez se superaban más las ‘quejas de la vida cotidiana’ porque subían las cifras de producción de bienes y servicios, ahora se encuentran con que el pueblo rechaza con frecuencia la dominación del concepto materialista del crecimiento.

Este libro ofrece una mirada fascinante sobre el PIB y establece las bases para una discusión sobre la estadística que significan estas tres letras. He disfrutado mucho de su lectura, sobre todo, porque es sencillo de comprender y está escrito para la gente. No obstante, aunque no se trate de una medida perfecta, el PIB sigue siendo el indicador más valioso e importante del desempeño de una economía nacional, pero debieran incluirse algunas otras variables para su cálculo, de forma que no fuera tan absoluto, sino más relativo.

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