Una prueba global del poder estadounidense

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¿Cuánto tiempo puede un país mantener el dominio político y militar en el mundo que representa menos del 5 por ciento de la población mundial y el 22 por ciento de la economía mundial? La pregunta se plantea con una urgencia cada vez mayor en el Oriente Medio, Europa del Este y el Océano Pacífico.

Desde que terminó la guerra fría, el abrumador poder militar de EEUU ha sido central en la política mundial. Ahora, en tres regiones cruciales, ese poder se está poniendo a prueba, conforme sus rivales están poniendo a prueba su determinación y EEUU considera cuándo y si debe responder.

Consideremos tres notas que aparecieron en el Financial Times la semana pasada. Historia uno: «EEUU advierte a Moscú acerca de no aumentar la operación militar en Siria». Historia dos: «Buques de guerra estadounidenses impugnan las reclamaciones chinas en el Mar de China Meridional». La tercera historia era que Gran Bretaña había accedido a unirse a EEUU y Alemania en el despliegue de las tropas en los estados bálticos.

Estos eventos tienen lugar en diferentes partes del mundo — pero están conectados. El poderío militar norteamericano es el que garantiza las fronteras en todo el mundo. En el Medio Oriente, EEUU tiene enormes bases navales y aéreas, que están allí para tranquilizar a los aliados y para intimidar a los rivales. En el este de Asia, la marina de EEUU está acostumbrada a tratar el Pacífico como un «lago americano», garantizando la libertad de navegación y ofreciendo tranquilidad a sus aliados. En Europa, la OTAN garantiza la integridad territorial de sus Estados miembros — y EEUU representa el 75 por ciento del gasto militar de la OTAN.

Pero las cosas están cambiando. La intervención rusa en la guerra civil siria ha subrayado el grado en que EEUU ha perdido el control del Medio Oriente, a raíz de las protestas de la primavera árabe y la retirada de tropas estadounidenses de Irak. Con EEUU reacio a desplegar tropas de tierra en Oriente Medio de nuevo, Moscú encontró un vacío de poder y se ha buscado llenarlo.

En Europa, la incautación rusa de Crimea de Ucrania el año pasado representó la primera anexión forzosa de territorio en el continente desde el fin de la segunda guerra mundial. Como era de esperarse, los países bálticos, que alguna vez fueron parte de la Unión Soviética, están muy preocupados por el precedente — por ello la OTAN ha reforzado su presencia militar en la región.

En Asia, el programa de construcción de islas chinas en el Mar Meridional de China tomó forma en el pasado año, transformando el reclamo teórico de Beijing a aguas territoriales a miles de millas de su costa en algo que es (literalmente) más concreto. EEUU dice que no se pronunciará sobre las disputas territoriales de China con sus vecinos, pero que están decididos a proteger la libertad de navegación en el Pacífico. De ahí la decisión aparente de la marina de EEUU para desafiar la idea de que China ha establecido las aguas territoriales en torno a sus nuevas islas artificiales.

Las tres disputas son un recordatorio de que, a pesar de que retóricamente se habla de un «mundo sin fronteras», el control del territorio sigue siendo fundamental para la política mundial. Según Sir Robert Cooper, un ex diplomático británico: «El orden mundial depende del orden territorial. Si no sabe quién es el dueño del territorio, no se sabe nada sobre el orden internacional». Thomas Wright, de la Brookings Institution, hace un apunte similar cuando argumenta que la estabilidad política internacional depende de «órdenes regionales saludables, especialmente en Europa y el este de Asia. Si estas regiones se desmoronan, nada va a guardar el orden global».

Europa y el este de Asia no se están “desmoronando”, pero sus bordes se están debilitando. Mientras tanto, la visión de un Oriente Medio que realmente está cayéndose a pedazos es aún más inquietante, tanto en Europa como en Asia ya que plantea interrogantes sobre el poder estadounidense y la durabilidad de las fronteras internacionales. Incluso algunos estrategas norteamericanos que durante mucho tiempo han argumentado que EEUU debería «reequilibrar» su política exterior hacia Asia y entrometerse menos en Oriente Medio se están retractando, ya que la percepción de una retirada de EEUU en Oriente Medio está socavando el prestigio de EEUU en Asia.

La administración de Barack Obama está bajo presión, doméstica y extranjera, para restaurar la imagen de fortaleza estadounidense al responder con más vigor a estos desafíos territoriales. La decisión de enviar barcos a través de las aguas reclamadas por China, y de desplegar tropas a los países bálticos, es una respuesta a estas presiones. Pero el Sr. Obama sigue siendo muy consciente de la naturaleza contraproducente de las recientes intervenciones militares estadounidenses en Irak y Libia; y también es adecuadamente prudente sobre los riesgos de una confrontación militar con Rusia o China.

El panorama se complica aún más por una disputa sobre quién es el poder «revisionista» en la política mundial. EEUU percibe las reivindicaciones territoriales de Rusia y China como desafíos al orden mundial. Pero los rusos afirman que es EEUU quien está verdaderamente socavando el orden global respaldando «cambios de régimen» en países como Ucrania y Siria.

Hay un elemento de propaganda en las proclamaciones rusas. Pero tanto Beijing como Moscú parecen genuinamente temer que, a menos que hagan frente al poder de EEUU, en última instancia, podrían también ser víctimas de un cambio de régimen respaldado por Washington. Los estadounidenses, por su parte, temen que si permiten que el revisionismo territorial prolifere, el mundo será un lugar más anárquico y peligroso mientras que su poder global se erosiona.

La combinación de estos temores es una receta para el tipo de peligrosos conflictos regionales que están surgiendo en todo el mundo.

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