Vida y muerte en un antiguo bosque polaco

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Pero debajo de las ramas fracturadas y hojas podridas, miles de especies de insectos se alimentan del bosque de Bialowieza. Hay hongos de muchas especies que solo brotan aquí y lo hacen a lo largo de todo el año. Cada año se descubren aún más.

Más de doscientas especies de aves, incluyendo especies raras de pájaros carpinteros y búhos, llenan el viento con sus trinos.

«Hay más vida en una pícea muerta que en una viva», comentó Rafal Kowalczyk, director del Instituto de Investigación de Mamíferos de la Academia Polaca de Ciencias, en un recorrido reciente por el bosque, uno de los últimos bosques primigenios de Europa  y que es parte de un ecosistema mayormente virgen desde que los últimos glaciares se retiraron del continente, hace más de diez mil años.

Activistas ambientales revisando líquenes en árboles (Andrea Mantovani/The New York Times)
Activistas ambientales revisando líquenes en árboles (Andrea Mantovani/The New York Times)

Ha pasado más de un año desde que el Tribunal de Justicia de la Unión Europea ordenó que se suspenda la explotación forestal del bosque, al descubrir que representaba una amenaza evidente para el sitio declarado Patrimonio Mundial por las Naciones Unidas.

No obstante, las cicatrices siguen siendo visibles: desde los caminos que abrió la pesada maquinaria para adentrarse en el bosque y cortar miles de árboles antiguos hasta los amplios agujeros que se formaron en el dosel arbóreo por la explotación forestal.

La ley significó una gran derrota para el partido Ley y Justicia que gobierna en Polonia, el cual apoyaba la explotación forestal. En un inicio, Varsovia desafió la orden del tribunal, pero cedió ante la multa de 100.000 euros (aproximadamente 124.000 dólares) impuesta por cada día que violara la ley.

La batalla por Bialowieza es una de las muchas que ha sostenido el gobierno de derecha en contra de la Unión Europea, que ha acusado a Polonia de representar un riesgo para los valores democráticos y el Estado de derecho al intentar copar los tribunales y restringir la libertad de prensa.

Ahora hay temores de que el gobierno polaco esté volviendo a diseñar planes para aumentar la explotación forestal en la zona, eludiendo la ley mediante el incremento de la cuota de madera en cientos de kilómetros cuadrados del bosque, que se ubica a las afueras de los límites del sitio declarado Patrimonio de la Humanidad.

Leon Dackiewicz, quien solía trabajar como guardabosque, en su casa dentro del bosque (Andrea Mantovani/The New York Times)
Leon Dackiewicz, quien solía trabajar como guardabosque, en su casa dentro del bosque (Andrea Mantovani/The New York Times)

Por ser el patio de recreo de la gente rica y poderosa, Bialowieza se había salvado de tener el mismo destino que muchos otros bosques del continente, la mayoría de los cuales fueron destruidos y otros convertidos en versiones sumamente controladas de la naturaleza.

El orden impuesto en algunos de estos bosques europeos es notable. Ejércitos de guardabosques retiran incansablemente la madera muerta y la maleza para crear alfombras de césped casi perfectas debajo de los pinos. Los bosques llegan a parecer viveros más que espacios silvestres.

Pero Bialowieza ha permanecido silvestre e incontrolable.

Su lejanía y carácter prístino contribuyen a hacer de este bosque el lugar de una de las mayores victorias de la conservación ecológica del continente: la reintroducción del bisonte después de que el último rumiante en libertad fue cazado y asesinado en 1919.

Ahora el bosque es hogar de la manada más numerosa de bisontes de toda Europa.

«Cuando la mayoría de las personas piensa en los bosques, piensa en naturaleza controlada», afirmó Kowalczyk, quien llegó a Bialowieza por primera vez en la década de los ochenta. «Este lugar es muy distinto de cualquier otro bosque que haya visto».

El juicio de Lukasz Lyskawka, a la izquierda, un activista condenado por el ataque a guardias forestales (Andrea Mantovani/The New York Times)
El juicio de Lukasz Lyskawka, a la izquierda, un activista condenado por el ataque a guardias forestales (Andrea Mantovani/The New York Times)

Aunque la historia del bisonte es una historia de éxito, una criatura mucho más pequeña desató la lucha de la explotación forestal: el pequeño escarabajo escolitino peludo.

Las píceas, en especial las que están debilitadas, forman un entorno perfecto para el apareamiento del escarabajo. El macho perfora el árbol, crea una cámara en la que libera feromonas para atraer a las hembras. Ahí se aparea con varias de ellas, quienes a su vez depositan decenas de huevecillos en la cámara antes de volar para buscar otros machos.

Las larvas que dejó la hembra en la cámara se alimentan del tejido vascular del árbol. Cuando se convierten en pupa, con frecuencia el daño que causaron consume la vida de la pícea.

Los inviernos más cálidos, ocasionados por el cambio climático, han permitido que la población de escarabajos se dispare. Además, la preferencia de los administradores de los bosques por las píceas ha ocasionado que se expanda el territorio en el que pueden prosperar los escarabajos.

Para 2016, estaba claro que la plaga del escarabajo en Bialowieza estaba devastando grandes tramos de árboles, incluyendo ejemplares de cientos de años de antigüedad.

Slawomir Dron, con un chaleco naranja, administra una cafetería a la entrada del bosque, y apoyaba a activistas y científicos que se oponían a la tala. (Andrea Mantovani/The New York Times)
Slawomir Dron, con un chaleco naranja, administra una cafetería a la entrada del bosque, y apoyaba a activistas y científicos que se oponían a la tala. (Andrea Mantovani/The New York Times)

Para muchos científicos, la mejor manera de controlar la peste era dejarla en paz, dejar que la naturaleza siguiera su curso.

«El escolitino ha sido parte del ecosistema durante cientos de años», dijo Adam Bohdan, biólogo de Wild Poland Foundation. «Este fenómeno es una adaptación natural a la nueva circunstancia climática».

No obstante, el gobierno polaco disiente. Argumentó que la falta de intervención humana en el bosque podría destruirlo.

Originaria de Varsovia, Grazyna Chyra se mudó a Bialowieza hace tres años para criar a sus hijos. (Andrea Mantovani/The New York Times)
Originaria de Varsovia, Grazyna Chyra se mudó a Bialowieza hace tres años para criar a sus hijos. (Andrea Mantovani/The New York Times)

Entonces, Jan Szyszko, quien era ministro del Medioambiente en aquella época, ordenó realizar una campaña de explotación forestal a gran escala, permitiendo que maquinaria pesada invadiera zonas arbóreas inmaculadas.

«Reconstruiremos los invaluables hábitats del bosque de Bialowieza al retirar tantos árboles muertos como sea necesario y restaurar los robles y los fresnos», declaró Szyszko en 2016.

La acción fue recibida con indignación y hubo manifestantes que bajaron al bosque y montaron un campamento, además de formar barricadas humanas para tratar de detener la maquinaria pesada.

Un ejército de más de mil guardabosques de todo el país fue despachado hasta un pequeño poblado en la frontera con Bielorrusia, listo para enfrentar a los activistas.

Uno de los últimos aserraderos en el bosque (Andrea Mantovani/The New York Times)
Uno de los últimos aserraderos en el bosque (Andrea Mantovani/The New York Times)

Los ánimos se calentaron hasta convertirse en violencia en algunas ocasiones. Hubo algunas riñas cuando los activistas se involucraron en actos coordinados de desobediencia civil.

La explotación forestal no concluyó sino hasta que el tribunal europeo amenazó con imponer sanciones económicas.

Un reporte publicado por la Unesco en febrero reveló que «las operaciones de explotación forestal y otras actividades de administración del bosque interrumpieron los procesos ecológicos y naturales en la propiedad».

El hotel Zubrowka en Bialowieza es frecuentado por una clientela cosmopolita. (Andrea Mantovani/The New York Times)
El hotel Zubrowka en Bialowieza es frecuentado por una clientela cosmopolita. (Andrea Mantovani/The New York Times)

No obstante, de acuerdo con el reporte, no se trata de algo irreversible. Ahora hay más tranquilidad en el bosque. Una nueva vida remplaza la antigua, aunque los escarabajos siguen representando un problema que no tiene una solución sencilla.

«En el bosque natural, la cantidad de madera muerta es el doble de la viva», comentó Bohdan, quien hace un año formó parte de las protestas. «Es un laboratorio único de verdad».

«Pero todo el tiempo existe la preocupación de que vuelvan a comenzar con la explotación forestal», concluyó.

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