Por qué Australia puede dejar de ser el “país afortunado”

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El país se ha convertido en un pararrayos para la ira china hacia Occidente.

Los australianos de disposición nerviosa probablemente deberían evitar leer la prensa y las redes sociales chinas. Una combinación de las tensiones provocadas por el Mar de China Meridional y los Juegos Olímpicos han convertido a Australia en el blanco de salvajes insultos de los nacionalistas chinos.

El problema actual inició con el fallo adverso de un tribunal internacional sobre la alegación de China sobre la mayor parte del Mar de China Meridional del mes pasado. Al igual que EE.UU. y Japón, Australia pidió a China que respetara el veredicto. Las reacciones en Beijing irradiaban furia. El Global Times, un periódico nacionalista, que es una filial del Diario del Pueblo del Partido Comunista, acusó a Australia por su “delirante” reacción a la decisión de la ONU y ha añadió: “China debe vengarse. Si Australia entra en las aguas del Mar de China Meridional, será un objetivo ideal para advertencias y ataques”.

Incluso la piscina olímpica se ha convertido en agua en disputa. Cuando Mack Horton, un nadador australiano, acusó a un rival chino, Sun Yang, de ser un “tramposo dopado”, los medios en China se llenaron de respuestas abusivas dirigidas hacia los “racistas” e “incivilizados” australianos.

Estos hechos no deben descartarse como tontas historias de verano. Su importancia va más allá de los confines de las relaciones entre China y Australia. Aluden a las tensiones más amplias entre una China en ascenso y el Occidente. Durante más de una generación, el público chino se ha alimentado de una historia oficial que hace hincapié en “el siglo de la humillación” del país a manos de potencias extranjeras. La idea de que Occidente todavía conspira contra China está muy extendida.

Australia, un puesto de avanzada de la alianza occidental en el borde de la región Asia-Pacífico, está en peligro de convertirse en un pararrayos para la ira china hacia Occidente en general y, en particular, hacia EE.UU..

Durante muchas décadas, Australia ha sido conocido como el “país afortunado”. Cerca de 24 millones de australianos disfrutan de su propio soleado continente, rico en minerales y separado de los puntos conflictivos del mundo por vastos océanos.

Pero la buena fortuna histórica de Australia dependía en parte del hecho de que países amigos controlaban esos vastos océanos. Australia fue parte del imperio británico cuando Gran Bretaña dominaba los mares. Y desde 1945, la Marina de EE.UU. ha dominado el Pacífico.

Sin embargo, si el Mar de China Meridional y el Océano Pacífico en general se convierten en aguas disputadas, Australia potencialmente enfrentará una elección difícil. ¿Debería adaptarse a la idea de que China finalmente dominará la región de Asia-Pacífico? O, ¿debería Australia apostar por el continuo predominio de un tradicional aliado de ideas afines, EE.UU.?

Este dilema ha provocado un animado debate entre los estrategas australianos. Michael Fullilove, director del Instituto Lowy, líder en política exterior australiana, es un firme partidario de la alianza entre EE.UU. y Australia.

Pero reconoce que “nuestros ‘grandes y poderosos amigos’ son cada vez menos grandes y menos potentes”.

Hasta hace poco, las preocupaciones sobre las implicaciones estratégicas del ascenso de China parecían relativamente insignificantes en comparación con los beneficios económicos que obtiene Australia del dinamismo asiático. Una razón clave por la que Australia no ha sufrido una recesión desde hace un cuarto de siglo es la fortaleza de la demanda china por sus minerales. Los sucesivos gobiernos australianos han navegado de forma inteligente la ola de crecimiento de Asia.

Sin embargo, incluso el aspecto económico de la relación chino-australiana está planteando preguntas difíciles. La demanda china de materias primas y alimentos de Australia es una buena noticia sin complicaciones para los australianos. Pero el surgimiento de China como un importante comprador de activos occidentales y australianos es más problemático. A principios de este año, el gobierno australiano bloqueó a una empresa china de la compra de S Kidman y Co, compañía propietaria de aproximadamente el 1 por ciento de la masa continental de Australia. La semana pasada los australianos bloquearon a dos oferentes chinos de comprar Ausgrid, un generador de energía de gran tamaño.

Canberra citó preocupaciones de seguridad al bloquear la venta Ausgrid lo cual muestra que la tensión entre las necesidades económicas y la seguridad de Australia es cada vez más evidente. Hasta hace poco, era relativamente poco problemático para Australia colocar sus apuestas económicas en el ascenso de China, y a la vez mantener a EE.UU. como su principal aliado en cuestiones de seguridad.

No obstante, en la situación actual, tanto China como EE.UU. se están convirtiendo en socios más exigentes. Los estadounidenses han dejado claro que apreciarían un poco de asistencia de la marina australiana, cuando EE.UU. lleve a cabo expediciones para la “libertad de las operaciones de navegación” en el futuro y navegue más allá de las islas artificiales que China ha construido en el Mar de China Meridional.

Los chinos han dejado claro que podrían reaccionar con dureza frente a cualquier participación australiana. Sin embargo, es probable que la presión china sea más psicológica y diplomática que militar o económica. Pero las posibilidades de una reacción violenta china en contra de Australia probablemente aumenten si Beijing considera que Canberra está discriminando a los inversores chinos.

Todos estos acontecimientos sugieren que, por improbable que parezca actualmente, Australia podría convertirse en un punto de inflamación geopolítico en las próximas décadas. El siglo XX fue amable con el “país afortunado”. El siglo XXI podría ser menos afortunado para Australia.

Gideon Rachman (c) 2016 The Financial Times Ltd. All rights reserved

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