BID: La congestión vehicular le cuesta a América Latina y el Caribe entre el 2 y el 4% de su PIB

Por Néstor Roa Banco Interamericano de Desarrollo

477
0
Compartir
Urban Transportation Curitiba II. Urban Transportation. Bus stop at train station.

Más allá de la apuesta por los coches eléctricos, las ciudades necesitan invertir más en sus redes de transporte público

El automóvil eléctrico es a menudo mencionado como la locomoción del futuro. Sin embargo, el desarrollo sostenible de las ciudades de América Latina y el Caribe no solo pasa por lograr un parque móvil con menores emisiones de gases de efecto invernadero. Una movilidad más sostenible requerirá que repensemos nuestra planificación urbana, con ciudades más densas y con zonas de uso mixto en las que no sea necesario utilizar el coche, y apostando por una combinación de transporte público, extensas redes de carriles-bici y espacios que nos permitan volver al más antiguo sistema de desplazamiento humano: caminar.

No es cuestión de dejar de lado las ventajas del auto eléctrico frente a los impulsados por gasolina. Es cierto que en zonas en las que la matriz energética es limpia y se alimenta en gran parte de fuentes de energía renovable, cargar estos vehículos implicará menores emisiones de gases de efecto invernadero. Pero es importante recordar que, en países donde la energía sigue proviniendo fundamentalmente de la quema de hidrocarburos como Argentina, México o Bolivia, los vehículos eléctricos podrían ser menos limpios de lo que podría parecer a primera vista.

Los detractores de estos coches también esgrimen en su contra otros aspectos como sus (todavía) altos costos de compra, la posibilidad de que empeoren la congestión de tránsito, o el hecho de que sus baterías aún sean poco aptas para el reciclado. Sin embargo, a medida que aumente la renta disponible de las familias latinoamericanas, y tal como se está viendo en países en rápido desarrollo como India o China, es de esperar que el parque móvil crezca en el futuro, por lo que no podemos dejar de lado a estos vehículos como una importante alternativa para las ciudades latinoamericanas en los próximos 20 o 30 años.

Otras innovaciones que ya estamos viendo en Estados Unidos y muchos países de Europa también podrían traer grandes oportunidades a las urbes latinas, como los autos de propiedad compartida o los servicios que prestan compañías como Uber, Lyft, BlaBlaCar y otros, que cada vez más (y sobre todo entre las generaciones más jóvenes) hacen que muchos ciudadanos se replanteen la necesidad de contar con un vehículo propio, una nueva realidad que podría ayudar a disminuir la cantidad de autos que circularán por nuestras calles en un futuro no muy lejano.

Lo que está claro es que, más allá de la discusión sobre los vehículos del futuro, nuestras ciudades necesitan invertir más en fortalecer sus redes de transporte público. Los autobuses, los buses de tránsito rápido o los trenes eléctricos son sistemas eficientes que contribuyen a mejorar la calidad de vida en las ciudades al reducir la desigualdad de ingresos, promover la equidad de género, generar empleo, reducir las emisiones de carbono y facilitar el acceso a centros de educación y salud y a lugares de esparcimiento para todos los ciudadanos, independientemente de su nivel de renta. De hecho, son los sectores más postergados, que precisamente suelen habitar en zonas periféricas, los que se ven más afectados por la falta de un transporte rápido, seguro y económico para viajar a sus lugares de trabajo o para acudir a un hospital en caso de emergencia.

Una de las lecciones en movilidad sostenible que América Latina puede exportar al resto del mundo es precisamente sus sistemas de buses de transporte rápido. En Bogotá, el sistema TransMilenio, implementado en el año 2000, cuenta actualmente con una red de 87 kilómetros, 115 estaciones y más de 1.000 buses articulados que se desplazan por carriles de circulación exclusivos. TransMilenio fue el primer proyecto en obtener créditos del Mecanismo de Desarrollo Limpio de la ONU y en 2012, último año del que se disponen datos sobre emisiones, el sistema ayudó a reducir 82.000 toneladas equivalentes de dióxido de carbono.

En Ciudad de México, el primer corredor de buses de transporte rápido, conocido como Metrobús, comenzó a operar en 2005 con un centenar de vehículos articulados. Para 2013 logró reducir en 22.000 la cantidad de viajes en auto en la ciudad, lo que significa que el 6% de los usuarios de Metrobús utilizaban antes sus automóviles particulares.

En Brasil, Curitiba logró reducir sustancialmente la congestión en el centro de la ciudad, a pesar del rápido crecimiento urbano, mediante la adopción del sistema de buses de transporte rápido.

El uso de nuevas tecnologías también aportó beneficios en materia de transporte sostenible en las ciudades de la región. Pruebas realizadas en 2012 por la Fundación Clinton, con apoyo del BID, utilizando buses híbridos de 80 pasajeros en varias ciudades latinoamericanas demostraron que estos vehículos pueden reducir sus emisiones en hasta un 35% respecto de unidades con motores diésel. Si bien los buses híbridos y eléctricos son más caros que los tradicionales, una evaluación de costos durante su ciclo de vida muestra que, a largo plazo, representan un ahorro para las ciudades que los adoptan.

Por otro lado, el diseño urbano que favorece a los peatones, combinado con la promoción del uso de bicicletas, también ha dado resultados satisfactorios. En la región existen experiencias exitosas de incorporación de bicicletas en ciudades como Bogotá, que ha tendido una red de 380 kilómetros de bicisendas, o Ciudad de México, cuyo programa Ecobici cuenta con más de 2.000 unidades de uso público, 150 estaciones y 35.000 usuarios.

El futuro del transporte en las ciudades latinoamericanas y caribeñas podría y debería ser mucho más sostenible en el futuro y debería ir de la mano de un nuevo modelo de desarrollo urbano. Pero, sin lugar a dudas, todo dependerá de las decisiones que tomemos hoy.

 

No hay comentarios

Dejar una respuesta