Brueghel, el Viejo: 450 años sin el gran artista flamenco que humanizó la pintura

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Su vida es casi un misterio. Los historiadores del arte la continúan aún armando como un rompecabezas infinito. Es que Pieter Brueghel el Viejo, el principal pintor flamenco del siglo XVI, vivió en una época en que los registros no eran prioridad o se perdieron en el tiempo. Por ejemplo, nadie puede asegurar a ciencia cierta cuándo ni dónde nació, aunque sí cuándo murió y hoy se cumplen 450 años.

Brueghel no fue siempre El viejo, eso vino un poco después, ya que fue el padre de dos grandes artistas como Pieter Brueghel el Joven o del Infierno y de Jan Brueghel el Viejo, también conocido como de Velours (de Terciopelo), aunque ninguno fue su discípulo ya que lo vieron morir siendo niños aún y la obra de sus dos vástagos es material para otro artículo.

“El pintor y el aficionado” (1565), se cree que es un autorretrato de Pieter Brueghel el Viejo
“El pintor y el aficionado” (1565), se cree que es un autorretrato de Pieter Brueghel el Viejo

Antes de ser El viejo fue El campesino no por pertenecer a esta clase social, sino porque a lo largo de su vida se infiltró de múltiples celebraciones para capturar así la esencia de los pobladores para luego llevarlas a sus pinturas.

“Matrimonio paisano” (1568), de Pieter Brueghel el Viejo, en Museo de Historia del Arte de Viena. Óleo sobre madera: 164 x 114 cm
“Matrimonio paisano” (1568), de Pieter Brueghel el Viejo, en Museo de Historia del Arte de Viena. Óleo sobre madera: 164 x 114 cm

Así lo escribió el pintor, poeta e historiador del arte flamenco-neerlandés Karel van Mander: «En compañía de Franckert, a Brueghel le gustaba visitar a los campesinos, en las bodas o ferias. Los dos hombres se vestían como los campesinos, e incluso como los demás invitados llevaban regalos, y se comportaban como si pertenecieran a la familia o pertenecían al círculo de uno u otro de los esposos. Le encantaba observar las costumbres de los campesinos, sus modales en la mesa, bailes, juegos, formas de cortejo, y todas las bufonadas que podían ofrecer, y que el pintor supo reproducir, con gran sensibilidad y humor, con el color, tanto a la acuarela como al óleo, siendo muy versado en las dos técnicas».

“Baile de casamiento” (1568), de Pieter Brueghel el Viejo, en Museo de Historia del Arte de Viena. Óleo sobre madera: 164 x 114 cm
“Baile de casamiento” (1568), de Pieter Brueghel el Viejo, en Museo de Historia del Arte de Viena. Óleo sobre madera: 164 x 114 cm

Brueghel, llamemóslo el patriarca, es un artista esencial, ya que fue el primero en Occidente al menos, en pintar los paisajes como escenario en vez de ser solo el fondo de alegorías religiosas. En esta época de la humanidad todavía no se había producido el giro copernicano y el arte solía tener al hombre como el centro del universo y lo celestial (o lo infernal) había sido constitutivo para predecesores flamencos como Hieronymus Bosch (El Bosco) o Jan van Eyck, incluso para Pieter Coecke van Aelst, el pintor, grabador, dibujante y editor que no solo fue su maestro, sino también su suegro.

“Los proverbios holandeses” (1559) de Pieter Brueghel el Viejo, en Galería de arte de Berlín. Óleo sobre madera: 163 x 117 cm
“Los proverbios holandeses” (1559) de Pieter Brueghel el Viejo, en Galería de arte de Berlín. Óleo sobre madera: 163 x 117 cm

Brueghel «era un hombre tranquilo, sabio y discreto, pero en compañía, era divertido y le gustaba asustar a la gente o sus aprendices con historias de fantasmas y cientos de otras diabluras», escribió van Mander y esa fascinación por las historias se destaca, pro ejemplo, en Los proverbios holandeses.

“El triunfo de la Muerte” (1560), de Brueghel el viejo, en Museo del Prado, España. Óleo sobre madera: 162 x 117 cm
“El triunfo de la Muerte” (1560), de Brueghel el viejo, en Museo del Prado, España. Óleo sobre madera: 162 x 117 cm

Si bien Brueghel copta parte de esta herencia en obras como El triunfo de la MuerteCaída de los ángeles rebeldes o Dull Gret, donde su tema y estilo puede reconocerse a El Bosco, al autor de El jardín de las Delicias suele considerárselo como el último gran artista de la Edad Media, mientras que a Brueghel como el creador que abre el camino hacia el descubrimiento del hombre y de su entorno, o sea, un hombre que observaba al mundo por sobre lo fantástico o lo mitológico.

“Dulle Griet” (1562), de Brueghel el viejo, en el Museo Mayer van den Bergh, Bélgica. Óleo sobre madera: 162 x 117 cm
“Dulle Griet” (1562), de Brueghel el viejo, en el Museo Mayer van den Bergh, Bélgica. Óleo sobre madera: 162 x 117 cm

El ojo de Brueghel entonces se centró en lo humano, en transpolar esas pequeñeces que hacen a lo cotidiano, de la risa a la tristeza, los oficios necesarios para sobrevivir, el miedo, el amor, la sorpresa.

Si bien es denominado como el maestro del paisaje, Brueghel no fue un paisajista en la definición actual, sino que fue sobre todo un documentalista. Un hombre obsesionado por capturar el corazón de una época más allá del canón del arte. Y un documentalista profundo, amplio y con una gran capacidad narrativa.

“Juego de niños” (1560), de Pieter Brueghel el viejo, en Museo de Historia del Arte de Viena. Óleo sobre madera: 161 x 118 cm
“Juego de niños” (1560), de Pieter Brueghel el viejo, en Museo de Historia del Arte de Viena. Óleo sobre madera: 161 x 118 cm

En sus piezas plenas de realismo pueden sucederse múltiples historias, revelando la complejidad y la simultaneidad de la vida, como se aprecia en Juego de niños, la serie de las Estaciones e incluso en su Censo de Belén, este último un cuadro con temática religiosa pero adaptado a su tiempo. Otro gran ejemplo es Los cazadores en la nieve, donde expone la dureza que debían atravesar las personas durante los inviernos de lo que la NASA denominó siglos después como la Pequeña Edad de Hielo.

“Los cazadores en la nieve” (1565), de Pieter Brueghel el Viejo, en Museo de Historia del Arte, Viena, Austria. Óleo sobre madera: 1,17 m × 1,62 m
“Los cazadores en la nieve” (1565), de Pieter Brueghel el Viejo, en Museo de Historia del Arte, Viena, Austria. Óleo sobre madera: 1,17 m × 1,62 m
“Censo de Belén” (1566), de Pieter Brueghel el Viejo, en Museos reales de Bellas Artes de Bélgica de Bruselas, Bélgica. Óleo sobre tela: 115,3 x 164,5 cm
“Censo de Belén” (1566), de Pieter Brueghel el Viejo, en Museos reales de Bellas Artes de Bélgica de Bruselas, Bélgica. Óleo sobre tela: 115,3 x 164,5 cm

De su viaje por Francia e Italia, entre 1551 y 1553, se destacan Combate naval en el puerto de NápolesLa caída de Ícaro y El suicidio de Saúl, como también una serie de grabados que tuvieron una buena repercusión en ventas en Europa. Luego vivió en Amberes y Bruselas, donde se casó en 1563 con Mayken Coecke, hija de su antiguo maestro van Aelst.

En algunas de sus obras, además, aportó una mirada relacionada a la moral del hombre, ya no solo haciendo eje en lo narrativo, sino también en la moral, como La parábola de los ciegos o El país de Jauja, en los que indaga en la necedad de los hombres y lo efímero de los bienes materiales, respectivamente.

“Combate naval en el puerto de Nápoles” (1560) de Pieter Brueghel el Viejo, en Galería Doria-Pamphilij, Roma. Óleo sobre tabla: 41 × 70 cm
“Combate naval en el puerto de Nápoles” (1560) de Pieter Brueghel el Viejo, en Galería Doria-Pamphilij, Roma. Óleo sobre tabla: 41 × 70 cm

Brueghel el Viejo también se le debe la estética espiralada de la Torre de Babel, esa enorme construcción que la Biblia eternizó, que unía el cielo con la tierra, a la que representó en tres cuadros, aunque solo se conservan dos: La construcción de la torre de Babel y La Pequeña torre de Babel. Ante de su impronta, solía pintársela como una torre cuadrada, clásica construcción. Su aporte, en ese sentido, no es solo estético, sino también un aporte semiológico sobre la construcción y la circulación del signo, si se toma como válido el relato religioso del espacio de las infinitas lenguas.

La construcción de la torre de Babel (1563), de Pieter Brueghel el Viejo. en Museo Kunsthistorisches de Viena. Óleo sobre madera: 155 x 114 cm
La construcción de la torre de Babel (1563), de Pieter Brueghel el Viejo. en Museo Kunsthistorisches de Viena. Óleo sobre madera: 155 x 114 cm

Asociado al renacimiento y al manierismo por una cuestión más temporal que sustancial, la obra de Pieter Brueghel el Viejo no puede ser catalogada en una sola corriente estética. Su virtud no fue la de seguir movimientos, sino observar, compartir, vivir y disfrutar en pos de hacer arte y no que sus obras fueran solo un fin.

En un ensayo sobre el artista, el escritor, crítico de arte y pintor británico John Berger sostiene: «La incomoda verdad es que fue el artista menos indulgente que haya existido. En un cuadro tras otro, Brueghel recopiló pruebas para un juicio, un juicio que no creía, porque no tenía ninguna razón para ello, que llegaría a celebrarse».

“La parábola de los ciegos” (1568), de Pieter Brueghel el Viejo, en Museo de Capodimonte, Nápoles. Óleo sobre tela: 154 x 86 cm
“La parábola de los ciegos” (1568), de Pieter Brueghel el Viejo, en Museo de Capodimonte, Nápoles. Óleo sobre tela: 154 x 86 cm

En ese sentido, con el ejemplo del cuadro La Parábola de los ciegos -donde un ciego lidera a otros- agrega: «La dificultad de Brueghel para creer que el juicio llegaría a tener lugar era el resultado de no saber a quién acusar…Tenía una conciencia nacida históricamente demasiado pronto para contar con el conocimiento que podría justificarlo». Y finaliza realizando un paralelismo con Bertolt Brecht, ya que a su entender ambas obras, por diferentes razones, «querían que se entendiera que no resistir es ser indiferente, que olvidar o no saber también significaba indiferencia, y que mostrarse indiferente también es aprobar».

«Esto es lo que hace que los cuadros de Brueghel parezcan totalmente relevantes al hablar de las guerras modernas y de los campos de concentración, más relevantes que casi cualquier otro cuadro de todos los que se hayan pintado desde entonces». finaliza.

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