Las casas huérfanas de Caracas

501
0
Compartir
Una casa vacía en el vecindario de Lomas de La Trinidad, en la capital venezolana.

Clara, una morena de 65 años de edad, apuña con fuerza las llaves de la casa en que trabajó casi un tercio de su vida. Dice que carga consigo un compromiso, un asunto de honor, un acuerdo hecho con una familia que dejó en sus manos el baluarte que no pudo llevarse al irse de Venezuela: su vivienda en La Trinidad, un acomodado vecindario de Caracas.

La inflación (la más alta del mundo), la escasez de alimentos y de medicinas, la inseguridad y otros males han provocado que muchos se hayan ido de Venezuela, incluso dejando sus viviendas a merced de conocidos o familiares.

La casa que cuida Clara es un cascarón vacío desde hace cinco años. Sus seis habitaciones, ocupadas durante treinta años por la familia Fernández –apellido falso a petición de ellos–, ahora acumulan polvo y se rigen por un sostenido silencio. Sus propietarios aseguran que no fue alquilada ni vendida por temor a un mal negocio. En Venezuela la renta de una vivienda es una apuesta con las mismas probabilidades de ganar o de perder debido a las rigurosidades de la ley de arrendamiento vigente desde 2011. Por esta ley, y por el bajo valor de la moneda venezolana, no conviene o se hace difícil vender una vivienda.

Para la familia Fernández, la alternativa fue dejar su casa al resguardo de una persona de confianza: Clara. Su oficio consiste en ser cautelosa, aceptar que no hay contratos legales y respetar el pacto de confianza hecho con la familia.

Las condiciones de este trabajo son variables. La cuidadora de la vivienda de los Vieira –cuyo hogar está en Vista Alegre, al suroeste de Caracas–, no sólo se enfocó en la propiedad, sino que además por cuatro meses se preocupó de la mascota de la familia, hasta que ésta fue llevada a España. Su ganancia por vigilar el espacio era de 50,000 bolívares, unos 97 dólares calculados a la tasa oficial Simadi (Sistema Marginal de Divisas), uno de los tipos de controles cambiarios en el país. Esta suma es más de un 30% del sueldo mínimo en Venezuela.

La migración, un plan familiar

En Prados del Este, una urbanización en Caracas, las mudanzas no cesan desde 2001. Rafael Landaeta Matheus, de 77 años –y cuatro décadas en este vecindario– conoce de palmo a palmo el giro migratorio en la diminuta manzana que habita: “En cinco años, en este sector, he despedido al menos cuatro familias”.

Otra vivienda en Lomas de La Trinidad. Muchas casas son cuidadas por cer...
Otra vivienda en Lomas de La Trinidad. Muchas casas son cuidadas por cercanos y familiares. Gabriel Osorio

La emigración se ha transformado en un plan familiar. La epopeya de los Fernández comenzó con la mudanza del padre en 2007 a Panamá. La cabeza del hogar, un destacado abogado con una firma caraqueña, cambió su trayectoria profesional por el oficio de comerciante en su nuevo país. Lo siguió la madre y los dos hijos graduados en la universidad que, en un principio, tenían esperanzas de ejercer sus carreras en su país natal, pero que con el tiempo desistieron.

La historia es confirmada por sus amigos de La Trinidad, el vecindario caraqueño donde está su casa. “La inseguridad fue la razón principal por la que decidieron irse”, dice Carlos Avellaneda, un amigo de la familia, que agrega que la hija menor fue secuestrada como ha sucedido a “muchos vecinos” de esa localidad.

El sociólogo Tomás Páez, autor del libro La diáspora venezolana, se ha dedicado en estos últimos años a escudriñar en el fenómeno de la emigración. La situación, inusitada en un país que se caracterizó por ser receptor de extranjeros hasta 1980, ha llevado al sociólogo a ensamblar un perfil del que se va: “La mayoría son profesionales, muchos tienen procedencia humilde, que tuvieron la oportunidad de mejorar sus estándares de vida a medida que se formaban en las universidades”.

Según los estudios hechos por Páez, una buena parte de los emigrantes pertenecen a la clase trabajadora que vieron en el extranjero “oportunidades negadas” por la crisis en Venezuela.

Por ahora, es imposible saber cuántos hogares han sido abandonados en Venezuela. Hasta la fecha, ni siquiera existen cifras oficiales sobre el total de venezolanos que han emigrado en la última década. El sociólogo y profesor de la Universidad Simón Bolívar Iván De La Vega ha estimado que más de un millón 400 mil venezolanos han dejado el país.

Se calcula que a Estados Unidos, por ejemplo, han llegado más de 600 mil venezolanos entre 1990 y 2015. La cifra parece minúscula frente a los migrantes de otros países como México (33 millones) o Colombia (1.5 millones). Sin embargo, los venezolanos resaltan ante el resto de los latinoamericanos por sus características: 48% de los emigrantes del país sudamericano son profesionales calificados, y la tasa de venezolanos sin trabajo en Estados Unidos es solo de 8%, lo que los coloca como el mejor posicionado de los latinoamericanos en materia laboral.

Otros 256,334 han partido a Europa, especialmente a España, donde llegaron 155,034. “Un 5% de la población venezolana ha emigrado en los últimos 20 años. El perfil es el más alto de Latinoamérica”, señala De la Vega.

El destino escogido por Maikelyn Vieira y toda su familia, nacidos en Caracas, fue Barcelona, en España. Aunque un 96% de los emigrantes no tienen intenciones de retornar a Venezuela (según el estudio hecho por De la Vega), algunos no se desprenden de sus viviendas al oponerse a venderlas o rentarlas. Es una suerte de paradoja de la que no existen cálculos, sino testimonios dispersos en la ciudad.

Otra vivienda deshabitada, en el vecindario Prados del Este.
Otra vivienda deshabitada, en el vecindario Prados del Este. Gabriel Osorio

La decisión de la familia Vieira fue un salto sin mirar atrás. Dejaron todo lo construido en Venezuela, incluso la casa grande de la urbanización Vista Alegre, ubicada al noroeste de Caracas, que ahora se suma al incierto número de espacios vacíos en la ciudad.

Guillermo Barrios, exdecano de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad Central, califica este fenómeno como doloroso. Él, que también se ha ido a Madrid, dice es un proceso único en la historia de este país. “Ni siquiera se puede comparar con el éxodo que hubo en Cuba tras el comienzo del régimen de Fidel Castro, porque en Venezuela muchas familias han dejado sus casas en suspenso, a merced de conocidos, con la esperanza de volver, aunque cada vez vaya en descenso esta gente que desea retornar al país”, asegura.

El arquitecto compara las casas de familia con las “venas” de una ciudad: “Al quedar estas viviendas desocupadas debido a la migración, al irse sus habitantes originales, hay una fractura en las comunidades, la convivencia ya no es igual”.

No hay comentarios

Dejar una respuesta